Gran parte del logro de nuestros objetivos financieros tiene que ver con la actitud que tomamos con respecto a cuatro grandes rubros de las finanzas personales: el establecimiento de nuestras metas, el riesgo que estamos dispuestos a asumir para alcanzarlas (en nuestras inversiones), el crédito y la protección de nuestro patrimonio. Todos ellos son aspectos muy sensibles e importantes, ya que inciden de manera muy directa, y muy sensible, en nuestras posibilidades de alcanzarlos.
A continuación hablaremos de todos ellos.
Nuestras metas financieras
El establecimiento de metas y objetivos es un proceso dinámico, que va cambiando de acuerdo con nuestras necesidades y situación patrimonial. El éxito financiero depende, en gran medida, de cómo establezcamos esas metas. En este sentido, es importante tomar en cuenta las siguientes sugerencias:
Fijar nuestras metas en etapas tempranas. Tener un retiro digno, por ejemplo, es una meta que debe ser planteada desde que comenzamos nuestra vida laboral. Lo mismo ocurre con la creación de un fondo para la educación de nuestros hijos: es importante hacerlo incluso antes de que ellos nazcan. Mientras más pronto determinemos nuestras metas de largo plazo, más fácil nos será alcanzarlas. Mientras más tiempo tengamos, menos dinero requeriremos para obtenerlas.
Visualizar nuestras metas constantemente. Nuestros objetivos financieros deben coincidir con nuestros valores y con nuestro plan de vida. Deben reflejar nuestros anhelos más profundos. Por eso, debemos soñarlas, visualizarlas, imaginarlas, verlas realizadas en nuestra mente. Esto nos sirve de motivación: mientras más veces nos veamos con nuestras metas realizadas, menos arduo y largo parecerá nuestro camino.
Establecer prioridades. En ocasiones no es posible reservar el dinero suficiente para el cumplimiento de todas nuestras metas.
Mucha gente decide dejar de lado los objetivos más importantes (como el retiro), para poder alcanzar otros menos relevantes (como una tele nueva, por ejemplo). Esto es humano, tendemos a buscar satisfacer nuestros deseos inmediatos. Sin embargo, es importante entender que esto es un grave error que no se verá hoy, ni dentro de una semana, pero sí en el futuro. Nunca debemos posponer o sacrificar las metas de largo plazo; éstas son las más importantes.
Los riesgos que estamos dispuestos a tomar
La gran mayoría de las decisiones que tomamos implican, en mayor o menor medida, un cierto nivel de riesgo. Esto se debe a que el resultado de esas decisiones muchas veces depende de otro tipo de factores, sobre los cuales no tenemos control. Particularmente, en el caso de las inversiones, es importante que consideremos lo siguiente:
El riesgo afecta todos los aspectos de la vida. Uno puede elegir trabajar en una compañía sólida con un gran paquete de beneficios, en una compañía más pequeña con grandes perspectivas, o bien iniciar un negocio propio. A medida que se toma un riesgo mayor, los beneficios potenciales crecen, pero también las posibilidades de perder. Lo mismo aplica en el caso de las inversiones.
Necesitamos tomar riesgos apropiados a nuestra edad. Cuando uno es joven, generalmente cuenta con el tiempo suficiente para resarcir cualquier minusvalía en nuestras inversiones, causada por la volatilidad inherente en los mercados financieros. Esta capacidad disminuye considerablemente después de los 50 años, a medida que se acerca la edad de retiro.
Hacer nuestra tarea. Invertir sin conocer los instrumentos y sus riesgos a detalle es sólo una forma más de apostar. Antes de comprar cualquier valor, es vital hacer un análisis que permita determinar el riesgo que implica, su potencial de ganancia y también de pérdida. El peor error que uno puede cometer es invertir a ciegas o hacerlo sin conocer las características de los instrumentos o los riesgos en que estamos incurriendo.
Fuente | zocalo.com.mx
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