La vida es demasiado corta como para NO perseguir nuestros sueños. Algún día tu vida estará próxima a su fin y lo único que podrás hacer es mirar tus recuerdos. Podrás recordarlos con alegría o con pesar. Aquellos que sueñan, que se fijan metas y que actúan de acuerdo a ellas para hacerlas realidad, son aquellos que viven vidas placenteras y que tienen una sensación de paz cuando se aproxima el final de sus días. Ellos están satisfechos con lo que han alcanzado para ellos y para su familia.

Jim Rohn

La profesión más feliz del mundo

domingo, 15 de abril de 2012


A finales del pasado mes de noviembre, la prestigiosa revista Forbes, especializada en el mundo de los negocios y finanzas, conocida habitualmente por la publicación anual de los hombres más ricos del mundo, publicó una lista de las diez profesiones más gratificantes, a juzgar por el grado de felicidad de quienes las ejercen. Los sacerdotes católicos y los pastores protestantes están a la vanguardia del ranking.
Más de uno de mis lectores, acostumbrado a juzgar por las apariencias, es posible que opine que la revista anduvo equivocada. Pero los que juzgan por apariencias suelen andar más descarriados, fuera de que, en este caso, no juzgan acerca de sí mismos sino en nombre de un profesional cuya vida íntima desconocen.
Responde hoy un sacerdote -después de 55 años de sacerdocio, vividos de tiempo completo y dedicación exclusiva, después de conocer a muchos sacerdotes de su comunidad, de otras comunidades y del clero diocesano- diciendo, con espontánea sinceridad, que si se entiende por felicidad: unión con Dios, plenitud de vida, sentido de la existencia, servicialidad, trato social, y otros valores por el estilo, ciertamente ser sacerdote es la profesión más bella y feliz de la tierra.
¿Qué pasa en otras profesiones? No quiero referirme a adolescentes y jóvenes, quienes aún no han encontrado un puesto en la vida y la estabilidad de su corazón y su trabajo. Hablo de hombres maduros, de unos 30 años en adelante, y tengo que confesar que muchos de ellos, tal vez la mayoría, no encuentran hoy orientación, densidad de vida, felicidad. Muchos se sienten inestables en su matrimonio, inseguros en su profesión, desorientados en la vida, enfrascados en mil tonterías del presente, esclavos del celular y del blackberry, sin rumbo en la vida, sin Dios y sin Patria. Viven del pan de cada día, sin la mira puesta en un valor trascendente que les aquiete su espíritu, sin rumbo, sin meta, atentos únicamente a la noticia del día, a la olla podrida de la corrupción, a la aventura del momento, Dios no quiera, a la infidelidad consentida.
No así los sacerdotes que conozco, y con humildad agradecida lo confieso, no así el que esto escribe. Es cierto que hoy día atraviesa el sacerdocio una de sus peores crisis en la historia, debida a una lamentable imagen pública, por el descuido sexual de unos pocos hermanos que han manchado el rostro de la profesión sacerdotal. ¡De acuerdo! Vergüenza, dolor, pero jamás claudicación ni desespero.
Porque, no somos de hoy. Somos de ayer, venimos de lejos, nos sostiene el Modelo invisible, que ostenta un rostro sublime, y la presencia real del resucitado y exaltado, Jesús, Sacerdote Eterno, que mantiene muy en alto nuestra profesión y nuestro ministerio. No trabajamos por la fama del momento, sino por el servicio desinteresado en bien de nuestros hermanos, los hombres.
Ser sacerdote es ser testigo de valores eternos, es ser solidario de las alegrías y penas de todos los hombres, que buscan la felicidad más allá de las paredes mudas del tiempo y del espacio. Ser sacerdote es sobrenadar sobre las ansiedades terrenas de sus hermanos, es levantar al caído, es liberar al cautivo, es visitar al enfermo, es orientar al náufrago perdido.
Ser Sacerdote es ser feliz, con la felicidad profunda, que ignora la mayoría de sus hermanos seglares. Ser sacerdote es estar orientado en medio de las oscuridades del mundo, es vivir con la mira puesta más allá del presente, y con el alma limpia a pesar de pisar con el cuerpo el lodo de las miserias terrenas. Como canta el poeta, el sacerdote vive: "tocada la sandalia con polvo de la tierra, tocada la pupila con resplandor de cielo". Ser sacerdote es caminar, caer y levantarse con sus hermanos, para musitarles al oído: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar".
Ciertamente: ¡el sacerdote es el profesional más feliz del mundo! Tenía razón la revista Forbes.

ALFONSO LLANO ESCOBAR, S. J.
cenalbe@javeriana.edu.co

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