La vida es demasiado corta como para NO perseguir nuestros sueños. Algún día tu vida estará próxima a su fin y lo único que podrás hacer es mirar tus recuerdos. Podrás recordarlos con alegría o con pesar. Aquellos que sueñan, que se fijan metas y que actúan de acuerdo a ellas para hacerlas realidad, son aquellos que viven vidas placenteras y que tienen una sensación de paz cuando se aproxima el final de sus días. Ellos están satisfechos con lo que han alcanzado para ellos y para su familia.

Jim Rohn

¿Terquedad o perseverancia?

sábado, 8 de febrero de 2014

Perseverar es perseguir sin desmayar, sin rendirse a las dificultades, es conseguir ánimos y fuerzas para seguir intentándolo una y otra vez hasta alcanzar la meta


Tendemos a asociar la terquedad con aspectos negativos de la personalidad, mientras que consideramos la perseverancia una cualidad que, en buena medida, determina el éxito. La perseverancia de José Antonio Abreu, por ejemplo, es fundamental para explicar el prestigio que ha alcanzado el sistema de las orquestas juveniles venezolanas. No solo su perseverancia, sino la de los miles de jóvenes músicos que día tras día, a pesar de todas las vicisitudes y problemas, consiguen tiempo y ánimo para practicar las notas y perseguir la excelencia.

Perseverar es perseguir sin desmayar, sin rendirse a las dificultades, es conseguir ánimos y fuerzas para seguir intentándolo una y otra vez hasta alcanzar la meta. Es un ingrediente fundamental que se necesita para perfeccionar la obra, para lograr la nota adecuada, el toque único para superar las expectativas, para dominar la técnica a la perfección.

No se llega a unas olimpiadas sin una gran dosis de perseverancia. Los atletas de alta competencia deben practicar una y otra vez sus movimientos, repasar sus estrategias hasta el cansancio. Desde que se despiertan hasta que se acuestan se la pasan entrenando. En menor medida, graduarse de bachiller o en la universidad, formarse profesionalmente, requiere también perseverancia, como lo requiere igualmente dominar con destreza cualquier oficio. Es por ello que la perseverancia es considerada una virtud. Sin ella no se gradúa el joven de bachiller, de médico, o de ingeniero, ni se forma un buen zapatero, herrero, músico, o plomero.

La terquedad, en cambio, es vista peyorativamente. Un terco es una persona empecinada, a la que le cuesta rectificar y aceptar el punto de vista o los consejos de los otros; que tropieza una y otra vez con la misma piedra y, aún así, vuelve a intentarlo. La terquedad de un gobierno, por ejemplo, lo hace repetir políticas económicas que en el pasado lo han conducido a estrepitosos fracasos.

Lo paradójico del asunto es que el terco es una persona perseverante y las personas perseverantes son en esencia tercas. La diferencia pareciese estar en qué se empecinan los unos y en qué perseveran los otros. ¿O tal vez es cuestión de suerte?

Cristóbal Colón, por ejemplo, fue una persona perseverante y de una insigne terquedad a la hora de buscar fondos para emprender su expedición en busca de una ruta occidental a la India. Una de las dificultades que enfrentaba el genovés era cómo convencer a los consejeros de las distintas cortes que visitó de la viabilidad de su proyecto. En esencia, sus cálculos estaban errados, y no había forma de que el navegante los convenciera de que podía cruzar el océano hasta el otro lado. Colón estaba empecinado en su error. Quiso la fortuna que Isabel la Católica no escuchara consejos, y más importante aún, que América se interpusiese entre Europa y la India. Sin ese golpe de suerte, Colón hubiese sido un terco más del montón.

Al final podría tratarse de que los tercos perseveran contra corriente y los perseverantes tienen la visión o el tino de terquear a favor de ella. Sea como fuere, mala suerte ha tenido Venezuela de contar con tercos tan perseverantes en su gabinete económico.

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Fuente | http://eltiempo.com.ve/

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