La vida es demasiado corta como para NO perseguir nuestros sueños. Algún día tu vida estará próxima a su fin y lo único que podrás hacer es mirar tus recuerdos. Podrás recordarlos con alegría o con pesar. Aquellos que sueñan, que se fijan metas y que actúan de acuerdo a ellas para hacerlas realidad, son aquellos que viven vidas placenteras y que tienen una sensación de paz cuando se aproxima el final de sus días. Ellos están satisfechos con lo que han alcanzado para ellos y para su familia.

Jim Rohn

Panamá, una historia de éxito

viernes, 14 de diciembre de 2012

GUSTAVO CHOPITEA (*)
Hablando de vientos de cambio, Panamá es un huracán. Un ejemplo lamentablemente poco difundido. De cambios en la dirección del progreso y del crecimiento y, por ende, de la reducción de la pobreza. Bajo la presidencia de Ricardo Martinelli, Panamá avanza raudamente. No sin problemas políticos, pero con un rumbo económico claro y una política coherente.


De pronto en sus ciudades se mezclan los deliciosos perfiles de la arquitectura colonial con decenas de edificios modernos e inteligentes, incluyendo hoteles de lujo y rascacielos que crecen por doquier. El carácter del país cambia, en medio de una actividad intensa, casi frenética, incansable pese al calor, siempre tórrido.

La sensación de prosperidad es nítida. El optimismo también. La fe en las posibilidades propias, inmensa. Y justificada. El sistema financiero y los servicios en general se modernizan aceleradamente y las empresas multinacionales establecen centros y sucursales con sensación de vértigo.

El exclusivo Canal de Panamá –administrado directamente desde diciembre de 1999– se expande en medio de una obra de ingeniería realmente gigantesca, que estará lista para el 2014, con una inversión que ya supera largamente los cinco billones de dólares.

El ingreso per cápita de los panameños alcanza los 14.000 dólares y la expectativa de vida al nacer, con 78 años, se convierte en la tercera mejor de la región. Sus 3,5 millones de habitantes apuestan a un futuro mejor, que va apareciendo cada vez más visiblemente.

Después de Chile, Panamá es la economía más competitiva de la región. Y, quizás, la más dinámica, desde que crece a un ritmo del 10,6% anual. A la manera de los "tigres" asiáticos.

Avanza apostando a la filosofía liberal. Modernizando su economía sin pausa. Con el mismo vigor que Corea del Sur, Singapur, Hong Kong o Taiwán. En la misma liga, entonces.

Para el FMI, Panamá crecerá este año un 8,5%. Para la Cepal, un 9,5%. Las cifras oficiales –sin falsificaciones de ningún tipo– proyectan un crecimiento de más del 11% del PBI para este año. Francamente excelente.

El sector público acompaña el milagro del sector privado con una masiva y ordenada inversión en infraestructura, que incluye el subterráneo de la ciudad capital. Panamá y sus empresarios no temen al riesgo. Apuestan a la globalización y ganan. Abrazan el libre comercio y aciertan. Por esto sigue creciendo a un ritmo desusado.

Para observar e imitar. Cuando nuestro país, estancado en medio del absurdo, se cierra y el Estado se transforma apenas en un intimidante policía, que a todos aprieta con políticas asfixiantes de la iniciativa y desalentadoras de la inversión, Panamá es un ícono de progreso que no puede dejar de tenerse en cuenta. Para poder enmendar caprichos, superar desencuentros y corregir errores. De cara a la realidad.

(*) Analista del Grupo Agenda Internacional

Vía | rionegro.com.ar

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